LLAMADA
DE LARGA DISTANCIA
Olegario Ordóñez Díaz
Por la época en que ocurrió la historia que voy a contarles, San Sebastián era un pequeño pueblo tropical de calles polvorientas que en las últimas dos décadas del siglo veinte recién empezaba a disfrutar los adelantos de la tecnología moderna en las telecomunicaciones.
Antes de que instalaran las mil líneas y los teléfonos de discado directo, sólo había en el pueblo setenta teléfonos negros de dinamo que funcionaban dándoles manivela, después de levantar el auricular, para solicitar las llamadas locales o de larga distancia a la central telefónica, atendida por una operaria que conocía todos los secretos del pueblo y que para hacer los contactos manipulaba el tablero de teclas y cables que, con la llegada del progreso, fue a parar al Museo del Centro de Historia.
Cuando instalaron los nuevos aparatos con discado, los antiguos teléfonos de las casas resignaron el resto de su existencia a permanecer en los cuartos de San Alejo, los rincones de las salas y los mercados de las pulgas.
Sin embargo, el nuevo servicio público
de teléfonos fue un poco deficiente en los primeros años. Entonces, para no
someterse a la tortura de interminables filas y de un estricto y estrecho
horario, muchas personas, entre ellas yo, recurríamos a los teléfonos privados
de algunas casas y varios establecimientos comerciales que prestaban servicio
al público.
Uno de estos teléfonos quedaba en la
funeraria “El Recuerdo”. Si algún día cualquiera de ustedes visita el pueblo,
puede encontrar la funeraria después del Parque de La Pola, subiendo a mano
izquierda por la calle principal. El tiempo se ha detenido allí. Verá la misma
puerta verde de cedro que indefectiblemente se abre a las seis y cuarenta y
cinco de la mañana y se cierra a las ocho de la noche. Y quizá por la necesidad
de hacer una llamada de larga distancia o para corroborar esta historia, se
atreva a entrar a este lugar.
Cruzando el umbral de la funeraria había
un estrecho y frío pasillo, iluminado con la luz de varios cirios blancos y a
cuyos lados varios ataúdes permanecían recostados de pie contra la pared. A
veces un ataúd amanecía tendido horizontalmente sobre unas bases metálicas de
color plata, pero nunca me atreví a mirar si estaba ocupado.
Después de recorrer el pasillo se
llegaba a un escritorio atendido por las hijas del dueño de la funeraria, una
de las cuales llegó a ser reina de las festividades tradicionales y folclóricas
del pueblo. Allí se hacía la solicitud de la llamada. La joven entonces anotaba
el número en un cuaderno y señalaba con su mano izquierda el lugar donde el
cliente debía esperar el turno de la llamada: un enorme sillón de madera
antigua y de cuero labrado en el que, según afirmaba el historiador Constantino
Tello, se había sentado una noche de amor el Libertador Simón Bolívar con
Manuelita Sáenz cuando hizo su paso victorioso por San Sebastián a principios
del siglo diecinueve.
Desde el sillón, donde se podían
acomodar seis personas, la mirada de espera se enfrentaba a otros ataúdes; de
manera, que casi siempre, quienes se sentaban allí preferían mirarse las caras,
cerrar los ojos, fijar su vista en el suelo y, en todo caso, establecer una
conversación sobre los temas de más actualidad en el pueblo.
Cuando la llamada de larga distancia
estaba lista, la persona solicitante se dirigía al final del pasillo donde
quedaba la cabina telefónica. Era un estrecho cuarto rectangular de madera de
color oscuro que tenía una puerta con una pequeña ventana de vidrio que daba
justo frente a la cara de quien llamaba. Cuando la cabina se cerraba, el cuarto
quedaba sumergido en una tenue oscuridad, luego de la cual se encendía un bombillo
rojo. A través de la ventana se podía ver a la telefonista mostrando el reloj
de la pared, señal con la que indicaba que el tiempo empezaba a correr.
Muchas veces utilicé este servicio
telefónico. Claro está que al principio me sentía nervioso al entrar a la
funeraria. Un pequeño escalofrío subía por mi espalda y, como la mayoría de
personas, atravesaba rápido por el pasillo. Pero poco a poco, con la
familiaridad que da la rutina, fui visitando el teléfono en forma natural, sin
siquiera percatarme (a veces) de los
ataúdes.
Decía que mientras se establecía la
comunicación, en el sillón de espera se ponía uno a conversar con las otras
personas que estaban esperando su llamada.
Precisamente en una de esas ocasiones,
una señora, doña Rosa Lúligo, me contó la historia que les relato enseguida y
que había ocurrido apenas hacía un par de años en esta central improvisada de
llamadas de larga distancia.
Pedro Argáez, un joven funcionario del
gobierno nacional fue vinculado por contrato a una de las oficinas del pueblo.
Se vino solo. Toda su familia se quedó en la capital de la república. Su novia,
con la que pensaba casarse, también se quedó en la ciudad.
Mientras llegaba el nombramiento y el
reconocimiento de sus salarios para poder viajar a la capital, todos los domingos
a las diez de la mañana el joven entraba a la funeraria para hacer su llamada
de larga distancia. Los domingos en un pueblo tienen el aroma inconfundible de
la soledad, sobre todo cuando su fragancia nace de la lejanía y la ausencia del
amor.
Al otro lado de la línea, siempre le
contestaba su novia. Pedro Argáez permanecía en la cabina minutos
interminables. La gente toleraba que se demorara pues todos sabían que estaba
hablando con su prometida de la capital y en asuntos de amor el tiempo se
despoja de las horas y cualquier instante es eternidad.
A través de la ventanilla de la cabina se
veía que Pedro Argáez sufría la nostalgia de la ausencia. A veces sonreía y
otras, con mucha ternura, consolaba a su novia. El joven le pedía un poco de
paciencia que ella parecía no podía soportar, sobre todo una semana, después de
tres meses de separación, cuando estuvo muy enferma y postrada en cama agobiada
por una fiebre extraña y de origen desconocido.
Él le contaba a su novia lo que hacía
durante la semana y la consolaba diciéndole que aunque el tiempo fuera al paso
lento de una tortuga, para él pasaba volando y que pronto estarían juntos otra
vez y que sólo la esperanza de verse lo hacía soportar la distancia.
Pero el tiempo en San Sebastián pasaba
con la lentitud de una campana fúnebre de iglesia. Los días eran como una
camándula: formaban las semanas y las semanas tejían los meses. Y Pedro Argáez,
todos los domingos a las diez de la mañana, durante seis meses, con la misma
expresión de enamorado ausente entraba en la cabina telefónica de la funeraria
para hacer su llamada de larga distancia. Tan respetable y cotidiana se
convirtió la costumbre que aún hoy día nadie llama a esa hora. Y cuando alguien
lo hace ocasionalmente, el teléfono suena ocupado. Es como si ese tiempo aún
estuviera reservado para las llamadas de amor de Pedro Argáez y su novia. Tal
vez usted lo compruebe algún día cuando visite el pueblo.
Y haciendo uso de la brevedad que da la
espera de una llamada, doña Rosa Lúligo me terminó de contar la historia: un
domingo el joven habla con su amada y le promete que, por fin, la próxima
semana irá a visitarla, ya que le llegará un cheque de pago parcial de su
trabajo. Se revelan uno al otro que estos seis meses de ausencia los han hecho sentir
el amor más a flor de piel. Seis meses durante los cuales los enamorados se han
dicho domingo tras domingo que un amor así no se puede acabar jamás. “No dejes
de venir el próximo domingo, amor”, le dice ella”. “No faltaré, mi amor”, le
responde él enternecido.
—Todos los habituales usuarios del
servicio telefónico nos alegramos de ese encuentro y se lo hacemos saber con
una sonrisa que él nos devuelve con cierta vanidad —me dijo con un profundo
suspiro doña Rosa, mientras miraba la cabina rectangular de color caoba desde
donde se hacían las llamadas de larga distancia.
Como sabe que a su novia le gustan las
rosas rojas, el joven Pedro Argáez le compra un hermoso ramo al llegar a la
terminal de transportes de la capital el domingo acordado, después de viajar
toda la noche. Presuroso, toma un taxi y se dirige a la casa de su novia.
Cuando se baja y golpea a la puerta, también la ansiedad está golpeando su
corazón.
Una señora abre la puerta de la casa. Es
su suegra. Está vestida de luto. Antes de saludarla, Pedro Argáez, siente que
un súbito escalofrío recorre todo su
cuerpo.
Fustigado por un presentimiento fatal
mira angustiado hacia adentro. Hay un altar de flores con una veladora
prendida. Con desesperación, el joven pregunta por su novia.
—¿Cómo? ¿Usted no sabe? —le dice la
señora echándose a llorar—. ¡Mi niña murió hace tres meses!
Pedro Argáez quedó estupefacto. Sintió
que caía en una oscuridad interminable mientras escuchaba, lejanas, las últimas
palabras de la mujer:
—... hace tres meses... Lo llamamos, le
pusimos telegramas, pero fue imposible localizarlo. Nadie nos dio razón de
usted. Es como si jamás hubiera existido en ese pueblo...
...
El beso de un tenue viento, como un suspiro venido
desde la eternidad, deshojó las rosas tiradas en el suelo...
TALLER DE COMPETENCIA LITERARIA,
LECTURA Y TALENTO CREADOR
Desarrolla las siguientes actividades en tu cuaderno.
Nivel interpretativo o literal
1. Escribe el argumento del cuento que acabas de leer. ¿Cuál es el inicio? ¿Cuál es el nudo? ¿Cuál es el desenlace? Utiliza diez a quince renglones.
2. Elabora un pequeño retrato (descripción del aspecto físico y moral) de los siguientes personajes: Pedro Argáez, la novia de Pedro Argáez, Rosa Lúligo, el narrador.
3. Remplaza la palabra “estupefacto” (final del cuento) por otra, sin que se altere el sentido de la frase.
4. Describe el lugar y el tiempo donde trascurren los hechos.
Nivel argumentativo
5. El autor compara, en el párrafo catorce, los días de la semana con una camándula. ¿Con qué otro objeto los compararías tú, sin que la frase siguiente pierda coherencia?
6. ¿Crees que la época actual, con celulares y toda la tecnología que existe, hubiera sucedido lo mismo? Justifica tu respuesta.
7. Escribe otro título que le pondrías al cuento. Justifica tu elección.
8. Escribe una lista de los hechos que consideres reales y los hechos que, en tu opinión, son fantásticos. Explica las razones que tienes para elaborar esta clasificación.
Nivel propositivo, creativo e intertextual
9. Escribe, en forma directa, el diálogo que sostiene Pedro Argáez con su novia cuando le asegura que irá a ir a visitarla el próximo domingo. No olvides que para introducir el diálogo directo se emplea la raya: —
10. Analiza el título del cuento. ¿Qué significados puede tener “Llamada de larga distancia”?
11. Escribe un párrafo final en el que cuentes qué sucedería con Pedro Argáez luego del suceso que le pasó.
12. ¿Crees que el cuento es real o ficticio? Argumenta.
13. Escribe los sentimientos que te inspiró el cuento.
14. Escribe cinco interrogantes que te puedes hacer después de leer el cuento.
Para realizar en casa
1. Comparte la lectura del cuento en familia con tus padres y abuelos. Luego pregúntales si han vivido o escuchado una historia como la que se narra en Llamada de larga distancia. Escribe el argumento y compártelo con tus compañeras y compañeros de clase.
2. Dibuja otra posible portada para el cuento. Preséntala ante tus compañeros de clase.
3. Elabora una historieta de cinco viñetas, donde muestres las partes principales del cuento.
4. Escribe una carta al autor de Llamada de larga distancia en la que le manifiestes tus impresiones e inquietudes acerca del cuento. Si deseas, envíala al correo electrónico de la Editorial: edicionescatedrapedagogica@gmail.com
Derechos reservados del autor. Grupo Editorial Ediciones Cátedra Pedagógica
(Citar la fuente)
Datos del autor
Olegario Ordóñez Díaz. Pedagogo y escritor. Nació en Bogotá (Colombia) el 14 de junio de 1958. Licenciado de la Universidad Pedagógica Nacional, Estudio Máster en literatura española e hispanoamericana de la Universitat de Barcelona. Trabajó en la Plata, Huila, en el Instituto Agrícola y el Colegio Marillac. Fue fundador de la UNISUR-UNAD (Universidad Nacional Abierta y a Distancia) en el mismo municipio. Trabaja con la Secretaría Distrital de Educación de Bogotá, en la I.E.D. Florentino González.
Conferencista, autor, coautor y editor de obras didácticas de amplio reconocimiento en Colombia, México, Venezuela, Ecuador, República Dominicana, entre las que se destacan Español sin fronteras, Talento, Alborada, Antorcha, Mitos y leyendas de América y del mundo (Voluntad); Español: desarrollo de competencias básicas del lenguaje (Pearson Educación de Colombia), Palabra mágica (Susaeta-República Dominicana); Raíces, Taller del Idioma (Edinorma, México), Mensaje (Excelencia, Venezuela), Cómo leer un libro (Esquilo, Cátedra Pedagógica), Cómo hacer un análisis literario (Cátedra Pedagógica).
En su obra literaria figuran Sueños de príncipe, Llamada de larga distancia, Yo vi un día a la poesía, Autorretrato, El náufrago (Finalista en el 7o. Concurso Nacional de Cuento RCN - Ministerio de Educación Nacional, 2013); El soñador enamorado y otros relatos, El paseo de los helados y otros cuentos, Mi abuelita: la mejor lectora del mundo, La sirena de los niños, Regalo de cumpleaños, Una heliconia para el corazón de una mujer, Cuentos Interactivos (Los sueños de la oruga, El sapito saltarín, Mi gato feliz, La tortuga Valentina, El coro de los animales), entre otras obras.
Premios:
-Premio Nacional de Poesía Unisur (UNAD) - V aniversario, 1987
-Finalista 7o. Concurso Nacional de Cuento RCN - Ministerio de Educación Nacional, 2013 (El náufrago).
Reconocimientos:
-Condecoración Congreso de la República - Cámara de Representantes Mención de Honor, (Resolución 521, Junio 21 de 2010).
Felicitaciones profe por su obra. Lo recuerdo en las clases de español, con los poemas. Entre los años 86 y 90. Bendiciones.
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